MISA DE ONCE

Mantillas españolas
sacones de piel
y trajes con chaleco
suben por la escalinata,
atraviesan la puerta de cristal,
acomodándose
en los bancos de madera,
se persignan con respeto
esperando al sacerdote
que celebrará la misa.

Afuera,
sentada en un frío peldaño,
vestida con harapos
y envuelta en una raída frazada,
una viejita pide limosnas;
su cajita de cartón va recibiendo
las monedas y los pequeños billetes
que tal vez
le provean hoy,
un pedazo de pan
y un vaso de leche.

Adentro se escucha
“la paz sea con vosotros”
todos se abrazan
y salen bendecidos,
instalados en el pórtico
comentan lo bien que se ven,
donde irán a almorzar,
o a quien recibirán de visita
este domingo.

En el altar
con la única compañía
de una vela eléctrica
y dos ladrones,
Jesús cuelga de la cruz,
en la escalera
con la cabeza envuelta
en un viejo pañuelo desteñido
la anciana resiste el invierno.

Ambos,
están llorando
de impotencia.

Poco a poco el lugar queda desierto,
el sacerdote sale a cerrar la puerta
que no volverá a abrir,
hasta la misa de la tarde.

Fidel García

No hay comentarios:

Publicar un comentario